Month: November 2016

CARTA A BILL GATES

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30 de noviembre 1999

Querido Bill Gates: 

Nadé delante de tu casa de ensueño el otro día, pero no me detuve a llamar. Francamente, los sensores bajo el agua me tenían preocupado. Me hubiera gustado echar un vistazo a “Lost on the Grand Banks” de Winslow Homer. Es un gran cuadro pero, hablando en calidad de amigo y conciudadano, los 30 millones de dólares que pagaste por él son demasiado. ¡EL MAYOR PRECIO PAGADO POR UNA PINTURA AMERICANA! Así que ¿por qué estás tan interesado en un cuadro de dos pobres pescadores perdidos en su bote, en lo alto de una ola, asomados a un muro de niebla? Ellos están tan alto como nunca lo van a estar, a no ser que el mar se ponga más feo. Van a morir, ya sabés, y no será una muerte bonita. En cuanto a vos, Bill, ¿cuándo estás en la Red? ¿te perdiste? ¿o encontraste? ¿Y el resto de nosotros, perdidos o encontrados, estamos en o dentro de ella?

Tu amigo, Allan Sekula

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“A UNA ALONDRA”

[Poema – Texto completo]

Percy Bysshe Shelley

¡Sé bienvenido, jubiloso espíritu!
No fuiste nunca un pájaro,
tú, que desde los cielos o cerca de sus lindes,
el corazón derramas
en profusos acentos, con arte no pensado.

Alta, siempre más alta,
de la tierra te lanzas
como nube de fuego;
por el azul revuelas
y cantando, te ciernes y, cerniéndote, cantas.

En dorados relámpagos
del sol, ya trasmontado,
donde se encienden nubes,
flotas tú y te deslizas
como gozo sin cuerpo que empieza su carrera.

La tardecita pálida y purpúrea, en torno
de tu vuelo se funde:
como estrella del cielo,
al ser día, invisible
eres tú, pero escucho tu voz dulce y aguda,

fina como las flechas
de la esfera de plata,
cuya viva luz mengua
en la blanca alborada,
y ya, sin verla apenas, lejana la sentimos.

Todo el aire y la tierra
de tus trinos se colman:
así, en la noche pura,
desde una nube sola,
derrama luz la luna y se inundan los cielos.

No sabemos quién eres.
Ya ti más parecido
¿qué habrá? De la irisada nube no fluyen nunca
gotas tan radiantes,
como de tu presencia nos llueven melodías.

Así un poeta oculto
en luz de pensamientos,
que entona sus canciones,
hasta sentir el mundo
temores y esperanzas que no advirtiera nunca.

Así un alta doncella
en torre de un palacio,
que alivia pesadumbres
de amor secretamente, con música tan dulce
como el amor, fluyendo de su estancia.

Tal dorada luciérnaga
en valle de rocío,
que esparce, sin ser vista,
aéreos, sus fulgores,
entre flores y hierba que a los ojos la ocultan.

Cual rosa retirada
entre sus hojas verdes,
deshojada por brisas
tibias, hasta que sienten desmayo, por exceso
de aroma, sus ladrones de vuelo fatigado.

Al son de los chubascos
de primavera, en hierbas relucientes,
a flores despertadas por la lluvia,
a todo lo que hubiere
de alegre, claro y fresco, tu música aventaja.

Dinos, ave o espíritu,
tus dulces pensamientos:
nunca oí una alabanza
del amor o del vino,
que tan divino arrobo, ardiente, derramara.

Los coros de Himeneo,
los cantos de victoria,
junto a los tuyos fueran
ostentación vacía,
aquello en que se siente alguna falla oculta.

¿Qué objetos son la fuente
de tu feliz gorjeo?
¿Qué campos, ondas, montes?
¿Qué cielos o llanuras?
¿Qué amor de semejantes y qué ignorar de penas?

En tu alegría clara
no caben languideces;
la sombra de la angustia
nunca a ti se ha acercado;
amas y el triste hastío de amor nunca supiste.

En vigilia o dormida,
pensarás de la muerte
cosas más ciertas y hondas
que nosotros, mortales:
si no, ¿cómo brotara tu arroyo cristalino?

Miramos antes, luego;
lo que no es lloramos:
nuestra risa más clara
se mezcla con suspiros;
da los más dulces cantos nuestro pesar más triste.

Mas si hiciéramos burla
de orgullo y odio y miedo;
si hubiésemos nacido
para no llorar nunca,
no sé si llegaríamos tan cerca de tu gozo.

Mejor que todo verso
de sones deliciosos,
mejor que las preseas
de los libros, tu arte
será para el poeta, ¡tú, que al suelo escarneces!

Si un poco me dijeras
del gozo que tú sabes,
tal locura armoniosa
brotara de mis labios,
que, como yo te escucho, el mundo escucharía.